Cómo responder rápido, hablar con impacto y sobresalir en momentos de presión

Podemos aplicar técnicas que nos ayuden a expresar ideas con mayor confianza en cualquier situación, manteniendo la calma y evitando la ansiedad. También podemos mejorar nuestra capacidad de persuasión.

A continuación compartimos 5 ideas clave del libro Think Faster, Talk Smarter: How to Speak Successfully When You’re Put on the Spot (Piensa más rápido, habla más inteligentemente: cómo hablar con éxito cuando te ponen en apuros) de Matt Abrams, profesor de comunicación estratégica en la universidad de Stanford.

1. Hablar sin perder la calma

El autor recomienda un ejercicio: Cruza los brazos como lo haces habitualmente. Ahora, descrúzalos y vuelve a cruzarlos, pero esta vez cambiando la posición, colocando el otro brazo arriba. Se siente raro, ¿verdad?

Por un instante, tu cuerpo duda, tu mente se desconecta y te invade la incertidumbre.

Esa misma sensación ocurre cuando te piden que hables bajo presión. Sabes lo que piensas, igual que sabes cruzar los brazos, pero cuando el entorno cambia y la exigencia aumenta, puedes sentirte bloqueado, abrumado o inseguro.

Tu sistema nervioso entra en modo de alerta: el corazón se acelera, las manos tiemblan y la mente se nubla. No eres el único que se pone nervioso al hablar en público o en una situación inesperada.

La clave para manejar la ansiedad al hablar es abordarla desde dos frentes: los síntomas y las causas.

  • Síntomas: Son las reacciones físicas y mentales que experimentamos.
  • Causas: Son los factores que la activan y la intensifican.

Una técnica efectiva para reducir los síntomas es la respiración. Inhalar profundamente, reteniendo el aire unos segundos antes de exhalar lentamente, ayuda a calmar el sistema nervioso.

Otro obstáculo común es el miedo a no lograr nuestro objetivo al hablar. Nos imaginamos un posible fracaso y eso dispara la ansiedad.

Enfocarnos en el presente, en lugar de un resultado incierto, ayuda a contrarrestar esa preocupación.

Realizar una actividad física como caminar, conversar con alguien o escuchar música nos devuelve al momento presente. Incluso puedes hacer un ejercicio mental: contar hacia atrás desde 100 en intervalos de 17.

Si aplicas estas técnicas, puedes desarrollar tu propio plan para gestionar la ansiedad y sentirte más seguro al hablar en cualquier situación, planificada o espontánea.

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2. Prioriza la conexión sobre la perfección

Uno de los mitos más comunes y limitantes sobre la comunicación espontánea es la idea de que los mejores comunicadores siempre se expresan con absoluta perfección.

Es fácil caer en esta creencia cuando vemos a los presentadores de TED Talks hablando con tanta fluidez o a figuras como Steve Jobs y Michelle Obama cautivando audiencias con su carisma.

Pero la realidad es otra. Esas charlas de TED están meticulosamente guionadas y editadas, y líderes como Jobs y Obama dedican meses a ensayar y perfeccionar cada presentación.

Sin embargo, en nuestra vida diaria, la comunicación no suele ser tan planificada. Nos exigimos demasiado cuando medimos nuestras interacciones espontáneas con los mismos estándares de discursos ensayados.

En lugar de perseguir la perfección, debemos enfocarnos en la conexión, en cómo podemos involucrarnos genuinamente en el momento. Si dejamos de juzgarnos con tanta dureza, reducimos el estrés y mejoramos nuestra comunicación.

Cuando nos damos permiso para hablar sin la presión de hacerlo impecablemente, podemos manejar mejor los errores inevitables.

Obsesionarnos con cada pequeño fallo solo nos agota y nos desconecta del presente. Imagínate cuánto más libres y auténticos podríamos ser si dejáramos de preocuparnos por equivocarnos.

Una forma efectiva de aceptar los errores es verlos como parte del proceso, no como obstáculos al éxito, sino como herramientas para alcanzarlo.

Abrams afirma que piensa en ellos como  “tomas descartadas” en una filmación. En el cine, los directores graban múltiples versiones de una escena, no porque haya una única manera correcta de hacerlo, sino para explorar diferentes enfoques y encontrar el mejor resultado.

La comunicación funciona de la misma manera. Cada interacción es una oportunidad para probar nuevas formas de expresarnos. Un error no es un fracaso, sino una variante más en nuestra evolución como comunicadores.

Cuando dejamos de ver los fallos como amenazas y los entendemos como parte del aprendizaje, nos sentimos más seguros, más presentes y, en última instancia, más conectados con quienes nos escuchan.

3. De desafíos a oportunidades

Cuando nos enfrentamos a situaciones de comunicación espontánea, es común sentir que estamos bajo escrutinio. Nos preocupamos por decir la respuesta correcta en una sesión de preguntas y respuestas, por ser lo suficientemente carismáticos en una conversación informal o por hacer justicia a quienes homenajeamos en un brindis.

El problema es que, cuando percibimos estos momentos como amenazas o desafíos, nuestra actitud y nuestro tono lo reflejan. Hablamos rápido, con rigidez, y nuestro cuerpo se tensa.

Pero, ¿qué pasaría si, en lugar de ver estos momentos como pruebas que debemos superar, los viéramos como oportunidades para conectar y participar? Nuestra energía cambiaría por completo.

Replantear el hablar espontáneamente como una oportunidad para compartir, aprender y colaborar nos permite actuar con mayor confianza. Sin embargo, también es clave reducir el ruido mental y enfocarnos en el presente, en lugar de quedarnos atrapados en lo que acaba de ocurrir.

Adoptar una mentalidad de “la próxima jugada” puede parecer desafiante, ya que tendemos a quedarnos enganchados a los errores pasados, pero podemos entrenarnos para soltar y avanzar.

Un ejercicio útil en improvisación es el juego “Nueva elección”, donde los participantes inician una escena y, en cualquier momento, alguien dice “¡Nueva elección!”, lo que obliga a los actores a cambiar su línea o enfoque sin quedarse atascados en lo anterior. Puedes practicar esto con un amigo o usando un temporizador para acostumbrarte a cambiar de rumbo sin resistencia.

La próxima vez que hables espontáneamente y algo no salga como esperabas, no te detengas demasiado en ello. Reconoce la emoción del moment, pero luego redirige tu atención y avanza a la siguiente jugada.

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4. Ritmo, espacio, gracia

Somos malos oyentes. Con frecuencia, solo prestamos atención lo suficiente como para captar la idea general de lo que alguien dice y, de inmediato, nos enfocamos en preparar nuestra respuesta, evaluar lo dicho o llevar la conversación hacia lo que creemos más relevante.

Imagina que terminas una reunión y un colega te pide tu opinión. Automáticamente, comienzas a analizar lo que no salió bien o lo que se podría mejorar. Pero si hubieras escuchado con más atención, quizás habrías notado que salió por la puerta de atrás, que evitaba el contacto visual o que su tono era más bajo de lo habitual.

Tal vez no buscaba una evaluación, sino apoyo, y al no percibirlo, la situación se volvió más incómoda.

Para conectar de verdad con quienes nos rodean y responder de manera más acertada, es fundamental resistir la distracción y enfocarnos plenamente en la otra persona. No se trata solo de escuchar palabras, sino de percibir gestos, tonos y señales sutiles que revelan emociones, intenciones y necesidades.

Aquí es donde entran en juego el ritmo, el espacio y la gracia. Este marco nos invita a desacelerar, reflexionar sobre lo que sucede en la mente del otro y sintonizar con nuestra intuición. Así, desarrollamos una escucha más empática y una comunicación más efectiva.

El ritmo implica bajar la velocidad. La vida nos bombardea con información constante, pero si no reducimos el paso, nos perdemos detalles clave en la comunicación.

Luego está el espacio, tanto físico como mental. Es importante estar en un entorno propicio para escuchar de verdad y, al mismo tiempo, despejar nuestra mente para centrarnos en el presente.

Finalmente, debemos darnos gracia, lo que significa permitirnos hacer pausas, dejar de lado la urgencia de responder y sintonizar tanto con lo que el otro expresa como con nuestras propias reacciones y emociones.

Cuando ajustamos nuestro ritmo, creamos espacio y nos concedemos gracia, no solo mejoramos nuestra capacidad de respuesta, sino que fortalecemos nuestras conexiones y nuestra comunicación se vuelve más auténtica y significativa.

5. La estructura de da libertad

En Think Faster, Talk Smarter, hay varias ideas que desafían la intuición. Dos de las más importantes son: primero, la espontaneidad se puede entrenar. Segundo, seguir una estructura nos ayuda a comunicarnos de manera más clara, concisa y creativa cuando hablamos sin preparación.

A simple vista, puede parecer que la estructura limita la flexibilidad, pero, en realidad, ocurre lo contrario: la estructura facilita la fluidez.

Piensa en los músicos de jazz. Aunque parezca que tocan sin reglas, en realidad están improvisando dentro de marcos melódicos y progresiones de acordes que han practicado previamente.

Esos patrones estructurados no solo guían su creatividad, sino que también permiten a la audiencia seguir la música con mayor facilidad.

En comunicación, la estructura cumple la misma función: nos ayuda a ordenar nuestras ideas y a transmitirlas de forma comprensible y efectiva. No es más que una manera lógica de conectar pensamientos con un inicio, un desarrollo y un cierre.

Un esquema práctico y adaptable es el modelo Qué – Entonces Qué – Ahora Qué. Funciona así:

  • Qué: Presentas un punto clave, idea, opinión o problema.
  • Entonces Qué: Explicas su relevancia o impacto.
  • Ahora Qué: Indicas qué debe hacer la audiencia con esa información.

Supongamos que un colega te pide retroalimentación. Luego de confirmar que realmente quiere tu opinión, podrías responder:

  • Qué: “La reunión estuvo bien, pero cuando hablaste del plan de implementación, fuiste demasiado rápido y faltaron detalles”.
  • Entonces Qué: “Cuando hablas con prisa y sin suficiente contexto, la audiencia puede percibir que no estás preparado o que tienes inseguridad sobre el tema”.
  • Ahora Qué: “En la próxima reunión, intenta hablar más despacio y agrega estos dos ejemplos específicos para reforzar tu punto”.

Tener una estructura como esta elimina la ansiedad sobre cómo organizar el mensaje, permitiéndote enfocarte en su contenido y en la forma en que lo transmites.

Hablar con claridad en situaciones inesperadas es una habilidad clave en la vida personal y profesional.

Ya sea cerrando negocios, respondiendo preguntas o conectando con otros, la comunicación espontánea es parte de nuestro día a día.

Con práctica, reflexión y retroalimentación, puedes mejorar tu habilidad para expresarte en el momento. ¡Entrena tu mente para pensar más rápido y hablar con mayor inteligencia, incluso bajo presión!